El poema consta de 3735 versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque dominan versos de 14 a 16 sílabas métricas. Los versos del Cantar de mio Cid están divididos en dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es de 4 a 13 sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar. No hay división en estrofas, y los versos se agrupan en tiradas, es decir, series de versos con una misma rima asonante.
Existe un ejemplar único que actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional en Madrid que se puede consultar en labiblioteca digital cervantesvirtual.com.
En el siglo XVI se guardaba en el Archivo del Concejo de Vivar. Después se sabe que estuvo en un convento de monjas del mismo pueblo. Ruiz de Ulibarri realizó una copia manuscrita en 1596. Eugenio de Llaguno y Amírola, secretario del Consejo de Estado, lo sacó de allí en 1779 para que lo publicase Tomás Antonio Sánchez. Cuando se terminó la edición, el señor Llaguno lo retuvo en su poder. Más tarde pasó a sus herederos. Pasó después a Pascual de Gayangos y durante ese tiempo, hacia 1858, lo vio y consultó Damas-Hinard. A continuación fue enviado a Boston para que lo viera Ticknor. En 1863 ya lo poseía el primer marqués de Pidal (por compra) y estando en su poder lo estudió Florencio Janer. Con posterioridad lo heredó Alejandro Pidal y en su casa lo estudiaron Vollmöller, Baist, Huntington y Ramón Menéndez Pidal. Finalmente fue adquirido por laFundación Juan March el 20 de diciembre de 1960 y el día 30 de ese mismo mes lo donó al Ministerio de Cultura, que lo adscribió a la Biblioteca Nacional.23
Solamente se conserva en una copia realizada en el siglo XIV (como se deduce de la letra del manuscrito) a partir de otra que data de 1207 y fue llevada a cabo por un copista llamado Per Abbat, que transcribe un texto compuesto probablemente pocos años antes de esta fecha.
La fecha de la copia efectuada por Per Abbat en 1207 se deduce de la que refleja el explicit del manuscrito: «MCC XLV» (de la era hispánica, esto es, para la datación actual, hay que restarle 38 años).
No se sabe el autor del poema, es anónimo.
No se sabe el autor del poema, es anónimo.
El Poema se divide en tres partes o cantares : cantar del Destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la afrenta de Corpes :
Cantar I. Cantar del Destierro :
El Cid sale de Vivar, dejando sus palacios desiertos y llega a Burgos, donde nadie se atreve a darle asilo por temor a las represalias del rey. Una niña de nueve años le ruega que no intente la ayuda por la fuerza para no perjudicar a los moradores de la posada. En la ciudad se aprovecha de la avaricia de unos judíos. El Cid se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña, para despedirse de su esposa, doña Jimena, y de sus dos hijas, a las que deja confiadas al abad de dicho monasterio. Entra luego en tierra de moros, asalta la villa de Castejón y vence a los moros en varias ocasiones, recogiendo un rico botín del que envía parte al rey ; continúa sus correrías y derrota y prende al conde Barcelona, liberándole poco después .
La jura de Santa Gadea
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.
Castilla - Manuel Machado
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
«¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
«¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.
El destierro(fragmento)
Cronista:
De los sus ojos tan fuerte mientre llorando,
Tornaba la cabeza e estabalos catando;
Vio puertas abiertas e uzos sin cañados,
Alcandaras vazias sin pieles e sin mantos
Y sin falcones y sin adtores mudados.
Suspiro mio Çid, ca a mucho habia grandes cuidados,
Fablo mio Çid bien y tan mesurado:
-Cid:
Grado a Ti, Señor Padre, que estas en alto.
¡Esto me han vuelto mios enemigos malos!
-Cronista:
Alli piensan de aguijar, alli sueltan las riendas.
A la exida de Bivar hobieron la corneja diestra,
Y entrando a Burgos hobieron la siniestra.
Meçio mio Çid los hombros e engrameo la tiesta.
-Cid:
¡Albriçia, Albar Fañez, ca echados somos de tierra
Cantar II. Cantar de las Bodas :
Refiere fundamentalmente la conquista de Valencia. El Cid vence al rey moro de Sevilla y envía un nuevo presente al rey Alfonso VI, lo que permite el reencuentro del Cid con su familia. Poco después la ciudad es sitiada por el rey moro de Marruecos ; el Cid le derrota y envía un tercer presente al rey Alfonso. Los infantes de Carrión solicitan al rey de Castilla las hijas del Cid en matrimonio y el rey y señor del Cid interviene para lograr el consentimiento de aquel y lo perdona solemnemente. Con los preparativos termina el Cantar.
Pavura de los condes de Carrión.
Medio día era por filo,
que rapar podía la barba,
cuando, después de mascar,
el Cid sosiega la panza.
que rapar podía la barba,
cuando, después de mascar,
el Cid sosiega la panza.
La gorra sobre los ojos
y floja la martingala,
boquiabierto y cabizbajo,
roncando como una vaca.
y floja la martingala,
boquiabierto y cabizbajo,
roncando como una vaca.
Gúardale el sueño Bermudo
y sus dos yernos le guardan,
apartándolo las moscas
del pescuezo y de la cara,
y sus dos yernos le guardan,
apartándolo las moscas
del pescuezo y de la cara,
cuando una voces, salidas
por fuerza de la garganta,
no dichas de voluntad
sino de miedo pujadas,
por fuerza de la garganta,
no dichas de voluntad
sino de miedo pujadas,
se oyeron en el palacio,
se escucharon en la cuadra,
diciendo, «¡guardá: el león!»,
y en esto entró por la sala.
se escucharon en la cuadra,
diciendo, «¡guardá: el león!»,
y en esto entró por la sala.
Apenas Diego y Fernando
le vieron tender la zarpa,
cuando lo hicieron sabidoras
de su temor a sus bragas.
le vieron tender la zarpa,
cuando lo hicieron sabidoras
de su temor a sus bragas.
El mal olor de los dos
al pobre león engaña,
y por cuerpos muertos deja
los que tal perfume lanzan.
al pobre león engaña,
y por cuerpos muertos deja
los que tal perfume lanzan.
A venir acatarrado
el león, a los dos mata;
pues de miedo del perfume
no les siguió las espaldas.
el león, a los dos mata;
pues de miedo del perfume
no les siguió las espaldas.
El menor, Fernán González,
detrás de un escaño a gatas,
por esconderse, abrumó
sus costillas con las tablas.
detrás de un escaño a gatas,
por esconderse, abrumó
sus costillas con las tablas.
Diego, más determinado,
por un boquerón se ensarta
a esconderse, donde van
de retorno las viandas.
por un boquerón se ensarta
a esconderse, donde van
de retorno las viandas.
Bermudo, que vio el león,
revuelta al brazo la capa,
y sacando un asador
que tiene humos de espada,
revuelta al brazo la capa,
y sacando un asador
que tiene humos de espada,
en la defensa se puso.
Despertó al Cid la borrasca,
y abriendo entrambos los ojos
empedrados de legañas,
Despertó al Cid la borrasca,
y abriendo entrambos los ojos
empedrados de legañas,
tal grito la dio al león
que le aturde y le acobarda,
que hay leones enemigos
de voces y de palabras.
que le aturde y le acobarda,
que hay leones enemigos
de voces y de palabras.
Envióle a su leonera
sin que le diese fianzas;
por sus yernos preguntó,
receloso de desgracias.
sin que le diese fianzas;
por sus yernos preguntó,
receloso de desgracias.
Allí respondió Bermudo,
«Señor, no receléis nada,
pues se guardan vuesos yernos
en Castilla, como en Pascua».
«Señor, no receléis nada,
pues se guardan vuesos yernos
en Castilla, como en Pascua».
Y remeciendo el escaño,
a Fernán González hallan
devanando en su bohemio,
hecho ovillo en la botarga.
a Fernán González hallan
devanando en su bohemio,
hecho ovillo en la botarga.
Las narices del buen Cid
a saberlo se adelantan,
que le trajeron las nuevas
los vapores de sus calzas.
a saberlo se adelantan,
que le trajeron las nuevas
los vapores de sus calzas.
Salió cubierto de tierra
y lleno de telarañas;
corrióse el Cid de mirarlo,
y en esta guisa le fabla:
y lleno de telarañas;
corrióse el Cid de mirarlo,
y en esta guisa le fabla:
«Agachado estabais, conde,
y tenéis mucha más traza
de home que aguardó jeringa
que del que espera batalla.
y tenéis mucha más traza
de home que aguardó jeringa
que del que espera batalla.
Connusco habedes yantando,
¡Oh, que mala pro vos faga,
pues tan presto bajó el miedo
los yantares a las ancas!
¡Oh, que mala pro vos faga,
pues tan presto bajó el miedo
los yantares a las ancas!
Sacárades a Tizona,
que ella vos asegurara,
pues en vos no es rabiseca,
según la humedad que anda».
que ella vos asegurara,
pues en vos no es rabiseca,
según la humedad que anda».
Gil Díaz, el escudero,
que al Cid contino acompaña,
con la mano en las narices
todo sepultado en bascas,
que al Cid contino acompaña,
con la mano en las narices
todo sepultado en bascas,
trayendo detrás de sí
a Diego, el yerno que falta,
con una mano le enseña,
mientras con otra se tapa.
a Diego, el yerno que falta,
con una mano le enseña,
mientras con otra se tapa.
«Vedes aquí, señor mío,
un fijo de vuesa casa,
el conde de Carrión,
que esconde mal su crianza.
un fijo de vuesa casa,
el conde de Carrión,
que esconde mal su crianza.
de dónde yo le he sacado,
sus vestidos vos lo parlan;
y a voces sus palominos
chillan, señor, lo que pasa.
sus vestidos vos lo parlan;
y a voces sus palominos
chillan, señor, lo que pasa.
Más cedo podréis tomar
a Valencia y sus murallas,
que ningún cabo al conde
por no haber de do le asgan.
a Valencia y sus murallas,
que ningún cabo al conde
por no haber de do le asgan.
Si no merece de yerno
el nombre por esta causa,
tenga el de servidor vueso,
pues tanta parte le alcanza».
el nombre por esta causa,
tenga el de servidor vueso,
pues tanta parte le alcanza».
Sañudo le mira el Cid,
con mal talante le encara:
«de esta vez, amigos condes,
descubierto habéis la caca.
con mal talante le encara:
«de esta vez, amigos condes,
descubierto habéis la caca.
¿Pavor de un león hobistes,
estando con vuesas armas,
fincando en compaña mía,
que para seguro basta?
estando con vuesas armas,
fincando en compaña mía,
que para seguro basta?
Por san Millán que me corro,
mirándovos de esa traza,
y que de lástima y asco
me revolvéis las entrañas.
mirándovos de esa traza,
y que de lástima y asco
me revolvéis las entrañas.
El que de infanzón se precia,
face en el pavor y el ansia
de las tripas corazón,
ansí el refrán vos lo canta.
face en el pavor y el ansia
de las tripas corazón,
ansí el refrán vos lo canta.
Mas vos en esta presura,
sin acatar vuesa casta,
hacéis del corazón tripas,
que el puro temor vos vacia.
sin acatar vuesa casta,
hacéis del corazón tripas,
que el puro temor vos vacia.
Ya que Colada no os fizo
valiente aquesta vegada,
fágavos colada limpio:
echaos, buen conde, en colada».
valiente aquesta vegada,
fágavos colada limpio:
echaos, buen conde, en colada».
«Calledes, el Cid, callades»
-Dijo, con la voz muy baja-,
«y la cosa que es secreta,
tan pública no se faga.
-Dijo, con la voz muy baja-,
«y la cosa que es secreta,
tan pública no se faga.
Si non fice valentía,
fice cosa necesaria;
y si probáis lo que fice,
lo tendredes por fazaña.
fice cosa necesaria;
y si probáis lo que fice,
lo tendredes por fazaña.
Más ánimo es menester
para echarse en la privada,
que para vencer a Búcar
ni a mi leones que salga:
para echarse en la privada,
que para vencer a Búcar
ni a mi leones que salga:
ánimo sobrado tuve».
más en esto el Cid le ataja,
porque, sin un incensario,
ninguno a escuchar la guarda:
más en esto el Cid le ataja,
porque, sin un incensario,
ninguno a escuchar la guarda:
«Id, infante, a doña Sol,
Vuesa esposa desdichada,
y decidla que vos limpie,
mientras vos busco una ama.
Vuesa esposa desdichada,
y decidla que vos limpie,
mientras vos busco una ama.
Y non habléis ende más;
y obedeced, si os agrada,
aquel refrán que aconseja:
la caca, conde, callarla».
y obedeced, si os agrada,
aquel refrán que aconseja:
la caca, conde, callarla».
Cantar III. La afrenta de Corpes :
Los infantes de Carrión quedan en ridículo ante los cortesanos del Cid por su cobardía en el campo de batalla y por el pánico que demuestran a la vista de un león escapado. deciden entonces vengar las burlas de que han sido objeto, para ello parten de Valencia con sus mujeres y, al llegar al robledal de Corpes las abandonan, después de azotarlas bárbaramente. El Cid pide justicia al rey. Convocadas las cortes en Toledo, los guerreros del Campeador desafían y vencen a los infantes, que son declarados traidores. El Poema con las nuevas bodas de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Navarra y Aragón.